4 oct 2011

Domingo, día de resaca

Recobré el conocimiento enseguida, aquello sólo había sido un vahído tonto. No quería escuchar la voz preocupada de Irene, era un simple murmullo de fondo que se fundía con el ir y venir de los coches y el gentío. Me apetecía quedarme allí, tirada en la hierba, con los ojos cerrados y dejando que el mundo continuase girando sin tenerme ni un poquito en cuenta. Demasiada información en mi contra por aquel fatídico día; aquello me superaba. Mi hermana y mi novio... ¿en serio? ¡Yo creía que esas cosas sólo pasaban en las películas, joder! Anda que Emilio se había lucido poco... vale que yo sabía cómo era él y siempre había sido consciente de que se comportaba como un niñato egoísta, una persona detestable pero, por otra parte, solía sorprenderme a mí misma observándolo con una sonrisa de oreja a oreja mientras pensaba en lo felices que seríamos juntos durante toda la vida. Era muy sencillo para Emilio conseguir que yo bajase la guardia. De todos modos, nunca lo creí capaz de llegar hasta tal punto; era demasiado rastrero incluso para él.
Escuché más voces a mi alrededor y pasos que se acercaban a ayudarme, sin embargo yo seguía allí tumbada; no sentía ni padecía ni tampoco hacía por evitarlo. Pensé en mi hermana, mi pequeña Dafne, y me devané los sesos buscando una explicación a su comportamiento: Dafne no era la típica cría consetida que únicamente busca su propio beneficio a costa del bienestar de los demás. Ella no pretendía destacar por encima del resto ni se caracterizaba por ser especialmente envidiosa. Siempre se había cuidado mucho de hacerle daño a la gente que le importaba. Dafne me había traicionado porque estaba enamorada (o lo que fuera) de Emilio, no había ninguna otra posibilidad. Tanta mierda me sobrepasaba, eso era lo único que podía deducir de la gran maraña de ideas que constituían mi pensamiento. Fue necesario que mis hipótesis me condujesen hasta esta última conclusión para reaccionar. Eso y que cuando fui a abrir los ojos me encontré con Emilio cogiéndome en brazos para llevarme a casa. El brinco que pegué para zafarme de su abrazo bien pudo haber sido merecedor de una medalla olímpica; conseguí que me soltara y me sobró tiempo para gritarle, darle un bofetón e irme a mi casa.
Estaba orgullosa de mí misma; había sido capaz de actuar como lo haría la mujer que algún día quería llegar a ser. La confianza que sentía me brotaba por los poros ¡qué valiente había sido! No podía creer a lo que me había atrevido. Claro que la Nekane de hoy en día se descojona en la cara de aquella niña, la pobre era una pardilla tan acostumbrada a tragar mierda que por una vez que se atrevía a decir "no" creía que se iba a comer el mundo. Daba bastante pena pero por algo hay que empezar, digo yo. En fin, a lo que iba; estaba pletórica, tanto que me dio por reír, sin embargo la risa me duró bien poco. El hecho de "haberle plantado cara" a Emilio me hacía sumamente feliz, sí ¿y qué? Me conocía lo suficiente como para saber que mi reacción había sido el equivalente a ponerse tonto con papá y mamá: te hinchas como un pavo real, convenciéndote a ti mismo de que llevas razón y eres más chulo que nadie pera acabas de morros encerrado en tu habitación arrepintiéndote. Aquella situación era insostenible: yo estaba enamorada de un tío que tenía una aventura con mi hermana pequeña.
Entré llorando en casa, directa a mi habitación. Me senté encima de la cama, en el rincón entre la pared y la mesa, me encendí un cigarro y esperé. No sabía qué o a quién ¿acaso importaba eso? Dafne entró en mi cuarto cuando yo llevaba tanto tiempo volviéndome loca que había perdido la noción del tiempo, me había convertido en la viva imagen de la decadencia, estaba un poquito más muerta por dentro que de costumbre, a pesar de ello me mantenía entera, expectante. Dafne lo sabía y se sentó en el extremo de la cama, mirándome:

-Cuéntamelo todo.
-Nekane ¿de verdad quieres saberlo?
-Es lo único que me apetece ahora mismo. Cuéntamelo todo, Dafne, bastante te has estado callando.
-Está bien... antes de nada deberías saber que Emilio y yo ya no estamos juntos, acabo de romper con él. Nada de esto es justo para ti ni para mí, y mucho menos después de lo que ha pasado hoy.
-Hace falta que tu hermana se desmalle para que tú dejes a su novio... sigue, sigue, que me voy a reír.
-Nekane, joder, no estás siendo justa. Todo esto es mucho más complica...
-¿Mucho más QUÉ? ¡Pero cómo puedes tener tanta cara? Mucho más complicado será veros a escondidas, mucho más complicado será besarlo sabiendo que acaba de estar conmigo y así un largo etcétera.
-Eso no es cierto, déjame explicarme y lo entenderás. Me conoces bien, sabes que no te haría algo así sin que hubiese un buen motivo.
-El problema aquí es que yo nunca te habría hecho nada así, con motivos o sin ellos ¿Sabes qué? Estoy cansada de ti, no quiero verte la cara ni mucho menos escucharte mentir más todavía.

Y con la misma, me puse la chaqueta, así mi bolso, la eché de mi habitación y me fui. Sabía muy bien hacía dónde me dirigía, cogí el teléfono y llamé a Emilio:

-Menos mal que me has llamado. Estaba preocupado por ti, Nekane.
-He intentado hablar con Dafne pero no soporto tenerla delante, sé que cada palabra que pronuncia es una mentira.
-Nekane, cariño, quizás deberías escucharla, es tu hermana y te quiere más que a nadie.
-Si me quisiera tanto no habría intentado robarme lo más importante de mi vida: tú.
-Tienes toda la razón de mundo, princesa ¿Dónde estás? Te voy a buscar y te lo explico todo.
-No hace falta, ya estoy yendo para tu casa. Nos vemos en un ratito, cari. Nada ni nadie va a conseguir que nos separemos. Te quiero.