1 abr 2012

Butterflies and hurricanes

Allí estaba él, enfrente de mí, mirándome a los ojos y mintiéndome. Me engañaba con esa seguridad que te embriaga cuando sabes que la otra persona te creerá digas lo que digas. Hablaba sobre su relación con mi hermana, me contaba cómo había empezado todo y no cesaba de repetir lo muy arrepentido que estaba; él sólo me quería a mí y lo último que pretendía era hacerme daño. Yo no lo estaba escuchando; lo observaba. Repasaba punto por punto cada detalle de su anatomía: sus pies y sus piernas no paraban de moverse, estaba inquieto; sus manos, que gesticulaban al ritmo de su voz dibujando en el aire todos y cada uno de los cuentos que intentaba hacerme creer; su boca, esa en la que me habría perdido toda una vida sin dudarlo ni por un instante. La boca de Emilio albergaba cada beso que yo le había dado, las patrañas que se había inventado para mantenerme a su lado y los restos del tomate frito que acompañaban a los spaghetti que se había zampado al hora de comer  (digamos que lavarse los dientes no era algo del todo imprescindible para mi amado). Sus labios continuaban en movimiento, sin embargo yo pasé a centrar mi atención en sus ojos: su mirada clavada en la mía, me vi reflejada en sus ojos y tomé conciencia de mí misma. Sin embargo, fueron sus palabras las que estallaron mi burbuja:
- ... y entonces fue cuando rompí con ella. Estoy enamorado de ti. Lo de Dafne ha sido una ida de olla, el gran error de mi vida y en cuanto te vi allí tirada, inconsciente, la dejé. Tú eres el amor de mi vida y estoy aquí para cuidarte, pase lo que pase.
Pegué un bote y me lancé a sus brazos, fue un acto reflejo ¿Qué importaba no hablarme con mi hermana? ¿qué más me daba el daño que Emilio me había hecho si estaba arrepentido y diciéndome que me quería? Tenía delante de mí al amor de mi vida y nada ni nadie lograría separarme de él.
Cuán lacrimógeno ¿verdad? qué dramatismo en tan sólo 14 años de vida. La tara con la vengo de serie no me dejaba ver más allá. Cualquiera en mi lugar ni siquiera habría optado por darle a Emilio la oportunidad de explicarse pero yo lo necesitaba: el "amor" de Emilio era el clavo ardiendo al que me agarraba para así evadirme de la realidad y evitar enfrentarme al daño que mi falta de personalidad me hacía. A Emilio no le hacían falta buenos argumentos para convencerme, me gustaba la Nekane que veía a través de sus ojos. Triste pero cierto.
Tras una tarde de arrumacos y reconciliaciones varias, me disponía a volver a mi casa. La nube de amor que me envolvía era palpable, estaba sonriente y enamorada. Sobre todo enamorada. Ni siquiera me preocupaba el hecho de tener que volver a mi casa aun sabiendo que allí estaría Dafne, esperando poder hablar conmigo y explicarme con calma lo ocurrido. A cada paso que daba, me acercaba más al portal de mi edificio y pensaba en mi hermana, en la manera más adecuada de zanjar el asunto. Ya subiendo en el ascensor la imagen de ellos dos besándose nubló mi mente; sólo podía pensar en la traición de Dafne y en el daño que me había hecho. Antes de abrir la puerta y con las llaves en la mano, llegué a la conclusión de que Dafne podría llevar mi misma sangre pero para mí era una desconocida y, por la tanto, la ignoraría. Abrí la puerta. Me disponía a entrar en mi cuarto cuando me topé con Dafne y mi madre en el salón: Dafne lloraba desconsoladamente mientras mi madre la abrazaba y le decía "... no te preocupes. Ya conoces a Nekane es muy cabezona, te acabará perdonando". Mi descontrolado ego adolescente se apoderó de mí y no fui capaz de evitar soltar "¡JA! Y una mierda. Es una puta, que se joda". Con la misma, me di la vuelta y me metí en mi cuarto. No me había dado tiempo ni a tirarme en la cama cuando mi madre abrió la puerta de la habitación:

-Pídele perdón a tu hermana por lo que has dicho.
-(sin mirarla siquiera)  No.
-(cabreándose) Pídele perdón a tu hermana y escucha lo que tiene que decirte, haz el favor.
-Te estoy diciendo que no, es una puta y no quiero tener nada que ver con ella.
-(subiendo el tono de voz) Nekane, retira lo que has dicho. Dafne es tu hermana, te guste o no, siempre vas a tener algo que ver con ella.

La realidad que reflejaban las palabras de mi madre me llenaba de ira ¿por qué tendría que estar vinculada toda mi vida a una persona que me había traicionado de tal modo? ¿por qué tendría que perdonarla? YO y sólo YO era la víctima en esta situación. No quería ceder, no me daba la gana. Exploté, me puse de pie y le planté cara a mi madre. Mi madre, justo la persona menos indicada:

-¡MIS COJONES! ¡Mis cojones le voy a pedir perdón! ¿¡pero cómo le echáis tantos huevos!? ¡¡QUE SE HA TIRADO A MI NOVIO!! Es tan puta que ha tenido que ir a zorrearle a Emilio.
-(cruzándome la cara de un bofetón con toda la mano abierta) ¡¿Tú quién coño te crees que eres?! Déjate de gilipolleces y pídele perdón a tu hermana. A VER CUANDO TE ENTERAS DE QUE TU NOVIO SÓLO TE QUIERE PORQUE ERES LA ÚNICA QUE LE CHUPA LA POLLA...

Sin más dilación, cerró la puerta y volvió al salón. Más ancha que larga se quedó mi madre tras dedicarme esas bonitas palabras. Ese es su superpoder: consigue dejar tu vida como Hiroshima tras la bomba atómica con la misma facilidad que le podría suponer mandarte a por el pan. Mi madre, un ser bastante especial del que algún día hablaré largo y tendido. Allí estaba yo, volviéndome completa y absolutamente loca en mi cuarto entre alaridos y sollozos. No conseguía dejar de darle vueltas a las palabras de mi madre; sin lugar a dudas, su método no era el más adecuado pero tampoco le faltaba razón ¿o sí? El reloj marcaba las cuatro de la mañana pero yo todavía no había pegado ojo. Mi estómago protestó; no había querido salir de mi habitación desde la discusión con mi madre y empezaba a estar hambrienta. Levantarme de la cama para chusmar en la nevera fue la decisión más sabia que había tomado en lo que llevaba de día, sin duda. Sentarme en una silla de la cocina, con la vista clavada en los azulejos y el estómago lleno me dio otra perspectiva del asunto; recordé las palabras de Emilio "... y entonces fue cuando rompí con ella [...]  te vi allí tirada, inconsciente, la dejé". Espera ¿la dejé? pero ¿no había sido Dafne la que había roto la relación? Ella misma me lo dijo antes de que yo decidiese no escucharla e ir a casa de Emilio... algo no cuadraba, resultaba evidente que alguien me estaba mintiendo ¿por qué creer a pies juntillas a Emilio? ¿por qué iba mi madre a perder los papeles de esa manera? Nada cobraba sentido ¿cómo iba a cobrarlo si yo sólo había escuchado la versión de Emilio...?
Cuatro y media de la mañana, cigarro en mano y sentada a los pies de la cama de mi hermana. Tenía que escucharla, necesitaba prestar atención a lo que fuese que estaba intentando decirme.